GEOPOLÍTICA Al acusar a China de robarle secretos industriales, Estados Unidos se enfrenta con el gigante asiático.
En junio de 2013, las imágenes de Barack Obama y de Xi Jinping paseando sin corbata por los jardines en el rancho californiano de Sunnylands eran elocuentes. El don de gentes del estadounidense y el deseo de marcar un nuevo estilo del recién posesionado presidente de China permitían albergar cierto optimismo. “Tengo una gran expectativa de que este encuentro sea una base sólida para el nuevo modelo de cooperación que podemos desarrollar para los próximos años”, dijo Obama.
Sin embargo, la cordialidad y el carácter informal de la reunión contrastaban con la histórica suspicacia con la que esas, las mayores economías del mundo, se han visto. En particular, en la minicumbre dominaron la agenda la ciberseguridad y los derechos de autor en la era de internet, dos temas de creciente importancia que una década atrás estaban ausentes de las agendas bilaterales. “La ciberseguridad no debería convertirse en la causa de fondo del mutuo recelo y de las fricciones entre los dos países”, dijo en la reunión Yang Jiechi, el consejero de Estado de Xi.
Esa posibilidad se hizo pedazos el pasado lunes cuando el Departamento de Estado acusó a cinco militares del Ejército chino de espiar las industrias norteamericanas. De hecho, es la primera vez que Washington presenta cargos contra “agentes estatales por infiltrar objetivos comerciales estadounidenses por medios cibernéticos”, según afirmó en una rueda de prensa Eric Holder, el fiscal general de Estados Unidos, quien agregó que las acciones han sido “particularmente benéficas para las compañías chinas en el momento en que se efectuaron los robos”.
Toma y daca
Los cargos contra los miembros del Ejército Popular de Liberación no son de poca monta, pues se les acusa de violar 31 leyes, lo que en teoría podría llevarlos a pasar varias décadas en prisión. Aunque las posibilidades de que sean procesados son casi nulas, no podrán viajar a los países que tienen tratados de extradición con Estados Unidos y tendrán que soportar de por vida la humillación de ver en internet los cartelitos de ‘Se busca’ que puso a circular el Tío Sam.
En concreto, a los presuntos piratas informáticos se les acusa de haber sustraído información valorada en varios miles de millones de dólares de seis de las mayores compañías estadounidenses. Se trata de Alcoa, Allegheny Technologies, Solar World, US Steel, Westinghouse Electric y el sindicato United Steelworkers, que operan en sectores clave de la economía de ese país, como el nuclear, el solar y el metalúrgico.
El gobierno norteamericano ha entendido el supuesto robo de información, sumado a una gran cantidad de antecedentes, como un ataque a la capacidad industrial estadounidense y en general a su seguridad nacional, puesto que pone en peligro decenas de miles de puestos de trabajo. SolarWorld, una de las empresas ‘hackeadas’, emitió a su vez un comunicado en el que agradece la intervención del Departamento de Estado y advierte que “decenas de compañías estadounidenses han tenido que cerrar sus operaciones y miles de trabajadores estadounidenses han perdido sus trabajos”.
La reacción de Beijing no se hizo esperar. El lunes (cuando el Departamento de Estado hizo el anuncio), Wang Yi, el ministro de Relaciones Exteriores del ‘país del centro’, dijo que la acusación se basaba en “hechos fabricados” y “viola seriamente las normas básicas de las relaciones internacionales, al tiempo que daña la cooperación sino-estadounidense y la confianza mutua”. El martes, un portavoz de ese Ministerio elevó la tensión al decir que, por el contrario, “Estados Unidos es el que ha efectuado labores de vigilancia y escuchas contra empresas, instituciones y personas de China”. Por último, el influyente diario oficialista Global Times de Beijing llamó a Washington “granuja remilgado” y el gobierno convocó al embajador estadounidense para expresar su disgusto.
En efecto, el rifirrafe de la semana pasada tiene graves implicaciones por el nivel de interdependencia de esos dos países, que incluso ha llevado a algunos autores a hablar de una sola entidad, ‘Chinamerica’. Como dijo a SEMANA Peter Sommer, experto en seguridad y exprofesor de la London School of Economics, “la economía y el estilo de vida de los norteamericanos dependen en gran medida de las manufacturas de bajo costo hechas en China y, al mismo tiempo, millones de chinos deben sus trabajos al hecho de que los bienes que producen se venden en Estados Unidos”.
Pese a las graves diferencias –como el apoyo que Estados Unidos le ha prestado a Japón en su disputa con China, o el respaldo de esta a Corea del Norte en su pelea con el resto del mundo–, los esfuerzos de los presidentes de los gigantes de Asia y de América habían dado frutos, como el grupo de trabajo binacional sobre ciberseguridad, suspendido por Beijing el martes pasado. “No se puede subvalorar lo que ha pasado”, le dijo a esta revista Tobias Feakin, experto en ciberseguridad del Australian Strategic Policy Institute. “Esta crisis tiene el potencial de desestabilizar la relación y va a tener consecuencias diplomáticas que solo se podrán superar con mucho tiempo y paciencia. Además, es muy improbable que China suspenda sus actividades de ciberespionaje, pues considera que su desarrollo económico es clave para su seguridad nacional”, dijo.
Yo te espío, tú me espías…
Algunos especialistas se han preguntado por qué, si desde febrero de 2013 existían evidencias contundentes del ciberespionaje económico emprendido por China, solo ahora Estados Unidos hizo las acusaciones. En esa época, un detallado informe de 60 páginas elaborado por Mandiant, una empresa estadounidense de seguridad informática, aportó evidencias concretas y relevantes para identificar a la unidad 61398 –a la que pertenecen los cinco militares chinos acusados de ciberespionaje– con el grupo de piratas informáticos llamado Comment Crew, debido a la tendencia de sus miembros a integrar códigos o comentarios ocultos en las páginas ‘hackeadas’.
Según el informe de Mandiant, el grupo opera en un discreto inmueble blanco de 12 pisos situado en el prestante distrito Pudong de Shanghái, a la sombra de edificios emblemáticos como la Perla del Oriente, o de los rascacielos Jin Mao y Centro Financiero Internacional. La organización, que el documento tipifica como la mayor APP contra Estados Unidos (por Advanced Persistent Threat, o amenaza avanzada permanente), está compuesta por miles de efectivos que “como soldados, pueden estar sencillamente siguiendo órdenes impartidas por otras personas”.
Gracias a dispositivos y estructuras tecnológicas de punta –como fibra óptica especial suministrada por China Telecom– y a los avanzados conocimientos lingüísticos e informáticos de sus miembros, en apenas seis años Comment Crew logró extraer enormes cantidades de datos de propiedad intelectual de más de 150 compañías, en su gran mayoría situadas en países de habla inglesa, que operan en sectores que el gobierno chino ha identificado como estratégicas para su crecimiento.
Como le dijo a SEMANA Rachel Ehrenfeld, fundadora y directora del American Center for Democracy y del Economic Warfare Institute, si la razón para actuar un año después de esos hechos es que China incrementó sus ataques, “formular cargos contra acusados que no podrán ser juzgados envía el mensaje de que Estados Unidos está desarmado o es incapaz de contrarrestar la amenaza de la guerra económica china”. Y agregó que es altamente improbable que la inculpación haga que la opinión pública olvide las revelaciones de Edward Snowden, que en junio de 2013 causaron un verdadero terremoto geopolítico al poner en evidencia que el gobierno de Estados Unidos intervenía los teléfonos de decenas de líderes de países aliados, así como las cuentas de correo y de redes sociales de los ciudadanos del común.
Al respecto, el gobierno de Obama ha tratado de trazar una línea entre el ‘espionaje aceptable’, que correspondería al que busca proteger los intereses de la seguridad nacional, y el ‘inaceptable’, que tendría como objetivo el robo de secretos industriales. Como dijo Holder en la rueda de prensa del pasado lunes, “Estados Unidos no recopila inteligencia para darle una ventaja competitiva a las compañías o a los sectores comerciales de su país”.
Esa aseveración no corresponde a la realidad de las acciones de las agencias de espionaje de ese país. Como le dijo a SEMANA Ben Zevenbergen, especialista en derechos de autor y gobernanza en internet de la Agenda Digital para Europa, “aunque todos los países se espían entre sí y usan sus respectivas ciberhabilidades para maximizar sus ventajas, las revelaciones de Snowden muestran con claridad que Estados Unidos es el mayor experto en la materia”. Algo con lo que coincide Piers O’Hanlon, especialista en seguridad y privacidad en redes informáticas e investigador del Oxford Internet Institute, para quien “el problema radica en que las mismas personas que trabajan en las agencias nacionales de seguridad, quienes proporcionan poca o ninguna transparencia sobre lo que de verdad está sucediendo, trazan la línea entre el espionaje aceptable y el no aceptable”. A lo cual hay que agregar que buena parte de los secretos espiados tienen utilidad tanto en ámbitos civiles como militares. Y que el ciberespionaje está en la misma línea de la ciberguerra, cuyas implicaciones pueden ser aterradoras. Como dijo Ehrenfeld, “Aunque aún no hayamos visto muertos por todos lados, un ciberataque de gran calado en la red eléctrica, el transporte, las comunicaciones o los mercados financieros llevaría en algunos casos a la muerte inmediata de muchas personas, y en otros a una larga agonía de varios millones”.
El mayor sospechoso
Las acusaciones de ciberespionaje se han centrado en el gigante de las comunicaciones Huawei.
Huawei fue creada hace 27 años cerca de Hong Kong, desde donde se expandió al resto de China con paso lento pero seguro. Hoy es el mayor productor mundial de equipos de telecomunicaciones, emplea a 150.000 personas y tiene negocios por más de 40.000 millones de dólares. Es así mismo sospechosa de ciberespionaje, pues sus críticos ven en su éxito el resultado de varios años de ‘hackeo’ a empresas estadounidenses como Cisco o la canadiense Nortel, que quebró en 2009. Los representantes de Huawei afirman que la suya es una empresa como cualquier otra, sometida a las mismas presiones comerciales de sus competidores, lo cual no excluye acciones de espionaje en su contra. Y, en efecto, con base en los documentos proporcionados por Edward Snowden, en 2009 el New York Times reveló que la NSA había ‘hackeado’ sus servidores en su sede principal. Una verdadera historia de cazador cazado.
Los nuevos mejores amigos
La crisis entre Estados Unidos y China le ha permitido a Rusia encontrar un providencial aliado estratégico.
Durante la crisis de Ucrania, China ha guardado un prudente equilibrio entre su política de no intervención y el deseo de no dañar sus relaciones con su principal socio comercial. La firma a mediados de la semana pasada de un acuerdo por 400.000 millones de dólares con su vecino del norte –que le suministrará 38.000 millones de metros cúbicos anuales de gas natural a un menor precio que el que paga Europa– constituye una jugada que acerca a los dos gigantes de Asia, recientemente enemistados con Occidente. Putin, que estaba en el Lejano Oriente participando en un foro sobre desarrollo en Asia, aprovechó la ocasión para realizar maniobras militares conjuntas cerca de Shanghái. “No exageraría si dijera que la cooperación entre nuestros dos países está en el mejor momento de la historia”, dijo el líder del Kremlin antes de su partida. La oposición de ambos países a que la Corte Penal investigue los crímenes en la guerra que les ha costado la vida a 160.000 en Siria, cuyo gobierno es el único aliado de Rusia en el Mediterráneo, es un claro indicio de que la alianza va para largo.